martes, 20 de mayo de 2014

1945: nace Alejandro Dolina, escritor y músico argentino

 Escritor, poeta y músico argentino oriundo de la provincia de Buenos Aires. Aunque este nostálgico y amante del tango siempre ha evitado confesar su edad, es fácil deducir que nació alrededor de 1950. Publicó sus primeras notas en las revistas humorísticas Mengano (1974) y Humor Registrado (a partir de 1978). Su libro Crónicas del ángel gris, una serie de estampas ciudadanas entre jocosas y melancólicas con importantes toques mágicos, fue muy bien recibido, especialmente entre los lectores más jóvenes. También son jóvenes, incluso adolescentes, la mayoría de los seguidores de su programa de radio, que se emite diariamente desde el café Tortoni, el más antiguo y tradicional de la capital argentina. En el programa, Dolina relata episodios de la historia del mundo, toca el piano, canta, improvisa coplas y dialoga con sus ingeniosos colaboradores. Como compositor, su obra más importante, estrenada en 1998, es la ópera Lo que me costó el amor de Laura, para cuya puesta en escena y grabación convocó a los intérpretes más reconocidos de la música popular nacional, a personajes emblemáticos de la cultura local y hasta al cantante español Joan Manuel Serrat. Las arias, dúos y coros, elaborados sobre ritmos propios de Argentina (tango, milonga, vals criollo, vidala) son ejecutados por el propio Dolina, Mercedes Sosa, Sandro, Les Luthiers, Los Huanca Hua, Julia Zenko y Juan Carlos Baglietto. Participan en los recitativos y diálogos el luthier Marcos Munsdtock, el poeta Horacio Ferrer y el escritor Ernesto Sábato.


Alejandro Dolina 
Crónicas del ángel gris (fragmento)

" El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no esta en casi ninguna parte. Sin embargo, en medio de las infinitas desolaciones hay una buena noticia: el amor.
Los Hombres Sensibles de Flores tomaban ese rumbo cuando querían explicar el cosmos. Y hasta los Refutadores de Leyendas tuvieron que admitir casi sin reservas, que el amor existe. Eso si, nadie debe confundir el amor con la dicha.
Al contrario: a veces se piensa que amor y la pena son una misma cosa.
Especialmente en el barrio del Angel Gris, que es también el barrio del desencuentro.
Las historias amorosas de los tiempos dorados son casi siempre tristes.
Esto no basta para afirmar que todos los romances fueron desdichados: sucede tal vez que el arte necesita nostalgia. No se puede ser artista si no se ha perdido algo.
Los poemas de amor satisfecho aparecen como una compadrada de mercaderes afortunados. Por eso los poetas de Flores buscaban el desengaño, porque pensaban que cerca de él andaba el verso perfecto.
Casi todos quedaban en la mitad del camino. Manuel Mandeb veía las cosas de un modo más complicado.
Admitía que la pena de amor conducía al arte. Pero también sostenía que el propósito final del arte es el amor. La recompensa del artista es ser amado.
Así parecía opinar Ives Castagnino, el músico de Palermo, quien componía valses melancólicos al solo efecto de seducir señoritas. Cuando no lo lograba, su tristeza le dictaba otras canciones que más tarde le servían para deslumbrar señoritas nuevas y así recomenzaba el círculo.
Algunos muchachos sin vocación artística trataban de merecer a las damas cultivando las ciencias, la bondad, el coraje, la riqueza o la extorsión.
Los autores de aforismos extrajeron de estas realidades una conclusión modesta: si no fuera por el amor, nadie haría gran cosa.
Las muchachas beligerantes podían objetar que estos pensamientos parecen reservados a la conducta masculina.
Al respecto, Mandeb creía que las mujeres hacían de ellas mismas un hecho artístico. El polígrafo de Flores, en un rapto de arbitrariedad, llego a establecer un orden de cualidades, según su eficacia para enamorar. Colocó en primer lugar la belleza y luego la juventud, aclarando que estas dos virtudes son tal vez una sola. Después ubicó las condiciones espirituales: inteligencia y bondad.
En último termino, el poder y el dinero. Muchedumbres de feos de cierta edad polemizaron con Mandeb reclamando el derecho a ser amados por su limpieza, trayectoria comercial o apellido ilustre.
De todos modos, para este oscuro pensador, el amor era una flor exótica cuyo hallazgo ocurría muy pocas veces. "

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