miércoles, 16 de julio de 2014

Bandoneón y... después

El 11 de julio de 2014, se cumplieron  100 años del nacimiento de Aníbal Troilo


¿Sabés quién era Troilo? Él era vos tocando el bandoneón. Es como decir: tu continuador…” Éstas eran las palabras que Astor Piazzolla le dedicaba a Carlos Gardel, en una carta post mortem escrita en 1978, y en la que describía su primera experiencia profesional con la orquesta de Aníbal Troilo.
Ya en su madurez se lo nombró “El Bandoneón Mayor de Buenos Aires”, y se lo promocionó en las radios bajo la frase “Troilo se escribe con T de Tango”. A los diez años Pichuco -como lo llamaba su padre-, tenía un objetivo claro: que su madre le comprara ese instrumento que tanto lo había encantado en los bares del barrio. Así fue como a los 11 años ya estaba tocando el bandoneón en un escenario cercano al Mercado del Abasto.
Con el paso de los años, Troilo integró varias orquestas -junto a Juan D’Arienzo, Julio De Caro, Ángel D’Agostino-, y en 1930, con apenas 16 años, se integró al sexteto que conducían Osvaldo Pugliese y Elvino Valdaro, donde acompasó en el bandoneón a Ciriaco Ortiz, una de sus grandes influencias. Luego, cuando lanzó su primera orquesta, contó con Astor Piazzolla y Ernesto Baffa como bandoneonistas, y a Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero y Ángel Cárdenas como cantores, sólo por nombrar algunos. Además de sus actuaciones en la orquesta típica, por los años 50 conformó el recordado dúo junto al guitarrista Roberto Grela.
Aníbal por Néstor Vaz
Troilo por Boris Puga
Pichuco por Álvaro Hagopián
El porteño creó piezas esenciales del tango junto a poetas como Homero Manzi, Cátulo Castillo y Enrique Cadícamo, y legó un conjunto de 60 obras, entre las que se encuentran “María”, “Garúa”, “Barrio de tango”, “Pa’ que bailen los muchachos”, “Sur” y “La última curda”.
El músico uruguayo Néstor Vaz, considerado uno de los bandoneonistas más importantes del Río de la Plata, fue consultado por la diaria sobre sus primeras aproximaciones troileanas. “Mi padre era bandoneonista amateur, y durante mi infancia él tocaba tangos de Troilo. Vivíamos en un pequeño pueblo, Isla Mala, ahora llamado 25 de Mayo [en Florida]. No teníamos luz y lo que se escuchaba de noche desde la cocina era el fuelle de mi viejo. Él era muy troileano y tenía muchas partituras de sus temas, que con el tiempo fui conociendo. Pero lo cierto es que fui troileano desde antes de empezar con el bandoneón, porque él me ayudó a escuchar su música. Cuando pasó el tiempo y tuvimos radio, a veces escuchábamos audiciones argentinas y teníamos la oportunidad de escuchar a la orquesta de Troilo. Era mi referente más grande”, reconoció.
Recordó que a los siete años su padre le puso un fuelle sobre las rodillas, transfiriéndole, genética e inductivamente, ese gusto por Pichuco. Cuando en su adolescencia la familia se instaló en Florida, tuvo la oportunidad de integrar una orquesta junto al maestro Óscar Raúl Pacheco, también de estilo troileano - “ni D’arienzo, ni Canaro, ni Pugliese”-. “Ahí terminé de cerrar mi amor por Troilo”, expresó Vaz.
Considera que en Uruguay se lo visualiza como lo que fue, “un músico sensible”, a partir de quien se gestó un mito basado en su figura y su bohemia (“la bebida, el juego y otras cuestiones no le eran ajenas”). El músico cree que Troilo es un mito tanto en Argentina como en Uruguay. Tanto es así, que ciertas orquestas uruguayas de la época mantenían el ritmo troileano, con sus raíces asentadas en la llamada escuela decareana (por Julio de Caro).
El bandoneonista reflexiona sobre las particularidades del tango, asegurando que no es el género exclusivo del hombre engañado y el amor perdido, cuestión que comparte con otros estilos musicales, como los boleros. La distinción, según Vaz, radica en que sólo el personaje de tango tiene un dramatismo asignado. “Ahí está el tratamiento de ‘La última curda’, ‘Che bandoneón’ y ‘Sur’, uno de los temas más emblemáticos de Troilo, en el que con muy pocas palabras Manzi dice muchas cosas. Sus letras y sus músicas tenían una simbiosis muy grande. Hay un ejercicio muy lindo que es escuchar sólo la música, haciendo abstracción de la letra. Su música también es cantable, recordable.”
Consultado sobre si la pieza “Silbando” es un buen ejemplo de estas características, el floridense dijo que cuando se escucha ese tango, se piensa en alguien silbando por algún sitio de Buenos Aires, Montevideo, Colonia o Durazno. “En verdad es el hombre solo que va silbando -quizá de madrugada- por una vereda. No sólo va silbando un tango sino también una canción.”
Vaz tiene varios recuerdos sobre Aníbal. Sobre todo de cuando vino a tocar al Palacio Peñarol hacia los años 70, y Roberto Grela -guitarrista que lo acompañaba- no lo acompañó. Esa noche lo sustituyó Mario Núñez, quien entre otras cosas formó parte de los primeros cuartetos de Alfredo Zitarrosa. “Uno de los más grandes guitarristas de tango del Uruguay. En esa oportunidad, el famoso fotógrafo Héctor Devia les tomó una foto en el camerín, en la que se ve cómo Troilo le iba pasando los temas a Núñez (esa fotografía me la obsequió Núñez antes de morir en 2011). Troilo perdura en el Río de la Plata por su obra. Es muy difícil encontrar en un músico, de cualquier género que sea, una coexistencia entre intérprete y creador. Es el compositor de grandes éxitos del tango que aún hoy se recrean y perduran. Ésa es su mayor importancia.”
El investigador, historiador y coleccionista Boris Puga (verhttp://ladiaria.com.uy/UFG), recordó cuando Troilo visitaba el Club de la Guardia Nueva, al que incluso le dedicó un tango homónimo. “El Club -posiblemente por el año 1957- organizó un espectáculo en el salón del Banco Comercial, donde Troilo se presentó con la orquesta, junto a Roberto Goyeneche y Ángel Cárdenas, que además incluyó un baile. Él era muy amigo de los muchachos, alguna vez vino a tocar el bandoneón y a conversar. Generalmente, cuando venían las orquestas desde Buenos Aires, visitaban el club -como Fresedo, Pugliese y Piazzolla-”.
Explicó que la orquesta de Troilo no contaba con mucha difusión, porque sólo grabó un disco con el sello Odeón -de dos piezas-, y recién en 1941 comenzaron a grabar en RCA Víctor, momento en que su música se comenzó a difundir por este lado del río.
Puga dice que de los años 40, la de Troilo fue la orquesta que “sonó más redonda y musical”, además de contar con un buen repertorio, y haberle enseñado a cantar a los intérpretes. “Tenía una voz áspera parecida a la de Louis Armstrong, y fraseaba muy bien, aunque en verdad tenía muy poca voz. Él le enseñó a los cantores cómo tenían que cantar con su orquesta. Hay un CD de un ensayo del tango “Madreselva” -que se extiende diez minutos- ya más moderno, en el que le dice a Nelly Vázquez cómo tiene que cantar; y hay algunas grabaciones de él cantando de forma muy particular...”.
El historiador cuenta que en el bandoneón, Troilo seguía la escuela de Pedro Maffia -a quien le dedicó el tango del mismo nombre-, quien fuera el inventor del instrumento en el tango, en cuanto a calidad. “Troilo sale de esta fuente y traslada ese legado -sobre todo musical- con impronta propia.” Asegura que como figura, el tanguero es tan importante como Carlos Gardel, por haber sido el primero en cantar el tango de manera instrospectiva.
El músico, director y compositor Álvaro Hagopián actuará el 31 de julio en la sala Zitarrosa junto a su sexteto, con quienes presentará Troilo 100 x 100. El espectáculo contará con el cantante argentino Esteban Riera, además de Fernando Cabrera y Néstor Vaz como invitados especiales. Este homenaje se concentrará en composiciones exclusivamente troileanas. “Fue muy difícil confeccionar el repertorio, precisamente porque una de sus características es que cada tango es tan bueno o mejor que otro, por eso es muy difícil seleccionarlos. Fundamentalmente lo que va a ser es un homenaje al Troilo compositor”, dijo el director.
Hagopián se refirió al debut de Pichuco. “Él debuta con su primera orquesta en 1937 y salvo algunos cambios, prácticamente mantuvo la misma constitución instrumental. Es decir, tres o cuatro bandoneones, una fila de violines -creo que fue el primero en incluir viola y chelo-, y además contrabajo y piano. Cuando se habla de una orquesta propiamente típica, es la troileana.”
Para el músico, el legado de Troilo es su obra, ya que ella es la que lo mantiene vivo. Afirma que su enseñanza más importante fueron sus composiciones y toda la labor que desarrolló con su orquesta, ya que “cuando uno la escucha, aprende”. Con respecto a la máxima de que el bandoneón de Troilo es como Gardel cantando, él considera que “es uno de los Gardeles de los músicos, no el único”, categoría en la que también incluiría a los pianistas Horacio Salgán y Pugliese y al también bandoneonista Astor Piazzolla.
Ve con buenos ojos el surgimiento de nuevos grupos y de una movida tanguera que hace diez años no existía, ya que eso “es lo que hace que el género se mantenga vivo”. Cree que lo bueno de este resurgir es que cuente con la impronta de su tiempo y su lugar de producción, “ya que si surgen repitiendo cosas hechas se pierde un poco el sentido.”




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