jueves, 13 de noviembre de 2014

Los indígenas que quieren que su lengua desaparezca



La indígena Mary Yatkin se casó con un galés que llegó a California atraído por la fiebre del oro.



No es raro oír hablar de intentos por salvar una lengua en peligro de extinción. Lo que resulta más extraño es lo que una comunidad indígena de California está tratando de hacer: quieren que su lengua muera con ellos.
Después de manejar tres horas desde Silicon Valley, llegamos a la vía del tren. Los rieles anaranjados por el óxido acompañan las curvas del río entre las montañas y desaparecen dentro de los túneles en la zona más profunda del noreste de California. Estamos en la carretera a Taylorsville, una pequeña localidad fronteriza en el valle Genesee.
Nos desviamos para entrar en una tienda. Además de las peluquerías, el edificio de madera con un tejado rojizo es el único negocio en este pueblo de 140 habitantes.
Las latas se apilan en los estantes junto con los embases de carne seca y las tarjetas postales en blanco y negro de pioneros que se apoyan en los vagones o fuman pipas.
Trina, una pariente lejana y mi guía , señala la vieja caja registradora con botones de latón pulido que ha sido usada por más de un siglo.
"Ese es probablemente uno de los primeros aparatos tecnológicos que trajeron de la ciudad aquí a las montañas", me dice mientras se coloca un mechón de su cabello negro tras la oreja. "Tu tío abuelo John probablemente la vio llegar".

Los últimos Maidu

Nuestros antepasados eran unos hermanos que vivían en una granja galesa cuando en 1850 John Davies viajó a la costa este de Estados Unidos en busca de oro.
Como muchos mineros durante la fiebre del oro, viajó a California en un vagón de tren que llegó al valle Genessee donde se casó con Mary Yatkin, una indígena americana de la tribu Maidu.
John Davies.
Los cinco Maidu que quedan tienen entre 87 y 93 años.
"No había mujeres europeas alrededor", afirma Trina. "Y muchos de los hombres Maidu murieron en manos de los primeros colonizadores".
Nos montamos en su jeep y conducimos entre pinares hacia la granja de John Davies. Del espejo retrovisor cuelga una pluma atada con delicadeza a unas cuentas con una correa de cuero.
"¿Se enseña galés en Reino Unido?", me pregunta Trina. "¿Tú lo hablas?".
Sí, le digo, pero no lo hablo. Suelto un par de frases mal pronunciadas y de canciones de cuna que me enseñó mi abuela que confirman lo que acabo de decir. Trina afirma con la cabeza.
"A mí me pasa lo mismo con el Maidu", me dice. "Pero aquí estamos perdiendo nuestro idioma. Ya sólo quedan cinco hablantes y todos tienen entre 87 y 93 años".

"¿Lo está grabando alguien?", pregunto. "Hay que grabarlo y registrar la fonética".
Trina sonríe algo preocupada. "No es tan fácil".

El idioma de los tiempos difíciles

Nuestra llegada a la casa de campo asusta a algunos ciervos. Caminamos hacia el cementerio de la familia al final del camino.
Cartel de la fiebre del oro
Los galeses fueron atraídos por la fiebre del oro.
Las lápidas tienen los nombres algunos de mis familiares lejanos: nombres Maidu y apellidos galeses.
Me fijo en una tumba nueva. Es del hermano de Trina.
"Murió el verano pasado", me dice Trina tranquila. "Estaba muy involucrado en la preservación. Le preocupaba que la próxima generación no hiciera la misma asociación.
Ciervos
Según una ley aprobada en 1956, los indígenas eran enviados de sus reservas a las ciudades.
Él enseñaba el idioma Maidu, pero la mayoría de la gente que quería aprenderlo no eran los que tenían antepasados indígenas o experiencia con ellos. Cuando tenían conversaciones no podía reconocer la pronunciación" cuenta.
"Los que saben el idioma no quieren hablarlo. Lo asocian con tiempos difíciles. No quieren meterse en ningún lío".
Con el paso de los siglos, los diferentes gobiernos han tenido distintas políticas con los pueblos nativos norteamericanos.
Desde el principio del siglo XVI, los primeros colonos, las autoridades locales e incluso los gobiernos estatales ofrecían recompensas por las cabezas de los indígenas.
En 1852, el gobierno del estado de California supuestamente pagó recompensas de más de US$1millón por cabeza.

"Proceso de asimilación"

Desde la década de 1860, el departamento de Asuntos Indios implantó un sistema de escuelas indígenas americanas para tratar de impulsar la asimilación, siguiendo el ejemplo de algunas misiones católicas.
Miles de niños de tribus indígenas fueron obligados a ir a estas escuelas donde les hacían hablar inglés y adoptar nombres europeos en un intento de que olvidaran su cultura.
Trina y Caroline
Encuentro familiar: Trina (la segunda por la izquierda, vestida de azul) con Caroline (con chaqueta blanca) y otros miembros de la familia.
Algunas de estas escuelas operaron hasta mediados del siglo XX.
En 1956, tras la aprobación de la denominada Ley de Traslado Forzoso de los Indios, los indígenas americanos eran enviados de sus reservas a las ciudades.
El programa prometía seguridad financiera pero habitualmente era el origen de la pobreza urbana y muchos de los destinatarios del mismo acababan viviendo en barriadas pobres.
Teniendo en cuenta la historia, los Maidu no suelen confiar en las autoridades y no hay duda de que tienen miedo de volverse a abrir.
De vuelta a Taylorsville, Trina propone parar a tomar un té.

Desconfianza

"La manera de pensar en la tradición Maidu es diferente", me cuenta. "Creemos que la manera de alcanzar la riqueza en la vida es a través del conocimiento. Te da poder y es tu responsabilidad usarlo con sabiduría. Si transmites ese conocimiento, eres el responsable del resultado. Si alguien hace un mal uso de tus enseñanzas, si las usan para hacerle daño a alguien, tú, como la persona que se lo diste, también eres responsable del daño".
El idioma es una fueza potente, más que palabras independientes, se puede comunicar la mentalidad de una comunidad, sus actitudes y prioridades.
Como sucede con otros grupos, la lucha del pueblo Maidu para mantener su identidad puede hacerles recelosos a compartirlo.
La barrera del idioma es una de las pocas defensas que tienen con el mundo exterior. ¿Qué sucedería si dejan que el mundo entre?
Incluso el estado de California, donde comenzó la revolución de la información en EE.UU., algunas comunidades prefieren encerrarse en sí mismas que compartir su cultura con un mundo en el que desconfían.
Quienes no estén de acuerdo con esta decisión, lo verán como un gesto vano de una comunidad que prefiere morir que adaptarse, pero otros lo verán como un acto noble de responsabilidad social por un grupo que se protege de las implicaciones desconocidas de sus actos.
Conforme las fronteras regionales se desdibujan y en un momento en que los conocimientos se comparten con todo el mundo, ¿nos hacemos más sabios o simplemente acumulamos hechos?

En la era de la comunicación de masas, la elección de los Maidu muestra que sin confianza y compromiso, los conocimientos valiosos y la comprensión se puede perder para siempre.

1 comentario: